Lo peor de la vida ya pasó, sigue el hombre mientras Susan le aprieta la palma de la mano, la mira y le habla.
De lo mejor no queda mucho.
Susan se queda callada, mira la muñeca de la mujer y después mira al hombre.
El hombre extiende la mano, desabrocha el reloj de la mujer y se lo guarda en el bolsillo trasero del jean sin una sola palabra.
Cards, dice Susan. Y la mujer descubre un mazo de cartas de tarot que no tiene la menor idea de dónde sacó ella.
Se lo da. Le pide que mezcle, que corte.
La mujer mira al hombre esperando su aprobación para cada cosa que Susan indica. Él sigue callado pero ella se da cuenta de que asiente con la mirada.
Mezcla.
Corta.
No.
No con la derecha.
Corta de nuevo, con la izquierda.
Las cartas tienen los nombres de las figuras en francés.
Susan da vuelta tres: Le Chariot, Le Jugement, L’Hermite.
Le habla al hombre y el hombre le habla a la mujer.
El futuro es la soledad arriba de un carro, dice.
El viaje está lleno de gente. Pero eres juiciosa. Y por eso estás vacía.
La mujer tiene ganas de llorar pero le da vergüenza que el hombre piense que es una idiota.
Susan da vuelta otra carta: Le Bateleur.
El mago es la novedad, traduce el hombre. El mago se interpone al carro; el juicio puede o no interponerse a todo.
Secret question! casi grita Susan.
La mujer abre apenas la boca.
In your mind!
Entonces la mujer piensa una pregunta.
Susan responde.
El hombre mira a la mujer: No sin costo, dice.
Se saca el reloj del bolsillo del pantalón y se lo pone con delicadeza otra vez en la muñeca, un agujerito más ajustado que lo que ella suele usarlo.
Todos se levantan. El hombre la toma de la cintura otra vez y la acompaña hasta la otra habitación.
Ella abre la billetera, saca diez dólares y se los extiende.
Él le da el vuelto, en monedas y una tarjeta blanca con una serie de números anotados.
Cuando la mujer sube las escaleras y mira el reloj se da cuenta de que pasaron sólo veinticinco minutos.
Bajar Brooklyn downstairs completo.